Ya caía el sol, ella se deslizó por las escaleras con decisión. Llevó dos botellas con ella, entró a su habitación y colocó su álbum favorito; la música comenzó a mezclarse con ese agridulce ambiente. Su cabeza daba vueltas, se sentía en otra dimensión, empezó a ver detenidamente las 10 que acabarían con ella. Una por una fue tomando, tragándolas con el licor de aquellas botellas; mientras avanzaba el que sería su escrito de despedida en el cual reveló sus secretos más íntimos. Cuando empezó a cerrar sus ojos colocó la que era su canción favorita de ese álbum, sonrió y lloró; se acabó.
Eran las 3 de la mañana y abruptamente se escuchó un grito. Era ella despertando, frustrada y harta. Había fallado de nuevo.
Y así fue la mayor frustración que yo haya pasado.
No fallecí y sigo aquí.
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